Meditación y procesos mentales

La meditación puede ser practicada con diversos fines: relajarse, despejar la mente y las emociones de las problemáticas cotidianas; también puede emplearse para reforzar la atención, ejercitar el cerebro; o tal vez meditar sencillamente porque está de moda, por encajar en un grupo; para olvidarse del mundo y, aparentemente, conectar con uno mismo. Sin embargo, no olvidemos que el origen de la meditación se halla en un camino espiritual, lo cual implica algo más profundo y esencial de lo que se mencionó anteriormente.

Hasta aquí se han planteado diversos puntos relacionados con la meditación: la mente, las emociones, el cerebro, la espiritualidad. Desde las culturas antiguas hasta las ciencias modernas como la Psicología, contemplan al hombre como un ser que integra diversos cuerpos o planos a través de los cuales vive, siente, habla y piensa. Éstos son cuerpo físico, cuerpo energético, cuerpo emocional y cuerpo mental.

Estos cuerpos o planos se integran en el individuo y permiten la expresión de la conducta. La conducta puede definirse como aquellas respuestas (que sí hacemos y que no hacemos) que presentamos en nuestro entorno. Estas respuestas o formas de actuar pueden ser consientes o inconscientes, voluntarias o involuntarias.

Por ejemplo, decir «buenos días» es algo que hemos aprendido conforme nos lo han enseñado. Con base en este aprendizaje, saludar a alguien puede convertirse en algo completamente rutinario y automático, pues ya no hace falta pensarlo. Es entonces cuando se convierte en un acto inconsciente e involuntario, pues saludamos automáticamente como respuesta ante el estímulo de ver a la otra persona, pero ya no porque sea una acción consciente y voluntaria, ya no elegimos hacerlo, tal vez ya ni le miramos a los ojos.

En cambio, si le saludamos con gusto, le observamos, nos tomamos el tiempo necesario para hacerlo, se vuelve entonces un acto voluntario y consciente; pues de este modo sí habremos elegido saludar a esa persona.

Dentro de esta conducta tan sencilla podemos observar cómo es que están implicados cada uno de los cuerpos ya mencionados, y cómo es que nos afectan. Veamos el ejemplo: el cuerpo físico está sano, pero el nivel de energía anda bajo. Esto cambiará el enfoque, pues muy probablemente las emociones tiendan hacia la apatía, hacia la flojera, no habiendo entonces suficiente motivación para andar saludando a las personas que encontramos, para hacer las tareas, iniciar el día, etc. Adicionalmente, seguro habrá algo que hacer (tareas, resolución de conflictos). Sin embargo, la mente también se desvía del objetivo, pues por la forma en que se han descrito los cuerpos energético y emocional, para la mente no será fácil concentrarse, no será creativa, tampoco será fácil tomar las mejores decisiones. Es decir, aunque tenemos objetivos y metas determinadas en el trabajo, en la escuela, en la vida…, cada cuerpo que nos constituye va tirando hacia uno u otro lado, lo cual hace difícil la realización de nuestras metas y objetivos; por lo tanto, no nos sentimos completamente felices, satisfechos, realizados, etc.

Por el contrario, si el cuerpo físico está igualmente sano y el cuerpo energético en un nivel adecuado, es muy probable que las emociones también se encuentren mejor; uno puede sentirse más alegre, más optimista, con más ganas de hacer las cosas. Esto llevará a la mente a ser más creativa, más eficaz, etc.

Ahora bien, cuando meditamos también entra en acción cada cuerpo que nos constituye, y esto lo hacemos consciente gracias a la atención.

Toma de decisión (cuerpo mental). Para meditar lo primero que tenemos que hacer es elegirlo consciente y voluntariamente, lo cual implica a su vez determinación y voluntad. Este paso se ve muy obvio, sin embargo es el más difícil de todos; pues comúnmente cuando queremos meditar ocurren otras cosas que adquieren más importancia, lo cual nos impide pasar del «querer» al «hacer».

Propiocepción (cuerpo físico). La propiocepción es un sentido interno que nos permite ser conscientes de la postura de nuestro cuerpo en tiempo y espacio. Al sentarnos a meditar cerramos los ojos y ponemos atención a cada parte del cuerpo; si hay tensión o está algo flojo, si hay dolor o picor, si estamos cómodos o no, si la espalda está recta o encorvada, etc. El ponerle atención a las partes del cuerpo nos permite saber cómo están y si es necesario hacer un ajuste de postura.

Autorregulación (cuerpo energético y emocional). La atención ahora pasará a la respiración ¿Cómo respiro? ¿Tomo suficiente aire? ¿Me siento agitado? ¿Cómo me siento? ¿Qué emoción siento en este momento?. La autorregulación puede definirse como la capacidad que tenemos para regularnos a nosotros mismos con base en un monitoreo (realizado una vez que enfocamos la atención) y control voluntario (esquema de acción apropiado). Así como llevamos al cuerpo físico a una postura óptima, también lo hacemos con la respiración tratando que sea lo más natural posible, que sea profunda; y con las emociones intentamos llevarlas a la ecuanimidad, a un estado más neutral.

Pensamientos (cuerpo mental). En la naturaleza cada ser y cada parte cumple su función; así también, nosotros mismos como parte de ella. Dentro de nuestro cuerpo cada parte tiene su función: los ojos ven, la boca habla y mastica, el corazón late, así la mente piensa. Es común escuchar que para meditar hay que poner la mente en blanco, lo cual naturalmente resulta bastante difícil. Sin embargo, en lugar de no pensar, tal vez sea mejor dejar pasar los pensamientos, verlos como si fueran nubes, no engancharse a ellos.

En realidad mientras meditamos no hay que engancharse con ningún aspecto ni alguna parte del cuerpo, emoción o pensamiento. Si los observamos, si suceden, no nos enganchamos; tan solo los dejamos pasar cual nubes. Esto podemos hacerlo gracias a la atención, que podemos ir enfocando y reenfocando continuamente.

¿Cómo funciona la atención? Para explicarlo la vamos a dividir en diferentes tipos, cada cual a su vez constituye una etapa.

La atención, de manera básica y general, se define como un proceso de selección y filtro de atención. Puede ser de tipo focalizada, sostenida y selectiva. A continuación se describen las etapas:

Arousal. Capacidad de estar despierto; activación general del organismo. Esto dará tono al cerebro y a los músculos, permitiendo así llevar a cabo los procesamientos posteriores.

Focalizar. Enfocar la atención hacia un objetivo concreto. En este caso, enfocar al cuerpo, a la respiración, etc. Permite hacer el monitoreo.

Sostener. Mantener la atención durante un periodo prolongado. Gracias a ello es que no nos dormimos, pues la mente y el cuerpo (el tono mencionado anteriormente) siguen activos. Aquí es donde nos pasa algo importante: nuestra mente sigue activa y atenta, pero ya no en su objetivo. Comenzamos a hacer la meditación, pero luego viene un pensamiento y nos enganchamos a él. Seguimos atentos, solo que ahora es a dicho pensamiento, o tal vez a alguna sensación en alguna parte del cuerpo, y así podemos ir saltando de suceso en suceso.

Seleccionar la información relevante o el esquema de acción apropiado. Permite darnos cuenta de que hemos perdido el objetivo, pues somos conscientes de la información que estamos seleccionando en ese momento. Es decir, nos damos cuenta de que la atención ya no está en la respiración, sino en el pensamiento, en alguna parte del cuerpo o tal vez en algo que pasa afuera. Pasamos entonces al esquema de acción apropiado: regresar la atención a la respiración. En este punto es cuando vamos regresando o reenfocando la atención hacia nuestro objetivo inicial.

En medida en que lo practicamos es como lo vamos regulando y controlando mejor, pues lo que hacemos es ponerle luz a cada cuerpo o plano. Una vez puesta esta luz surge el observador: aquel que «observa sin reaccionar ante el surgimiento y desaparición de esas sensaciones. Observa sin perseguir ni rechazar, observa la realidad sin imaginar. Observa tal cual es, momento a momento».

Que surja el observador implica que la consciencia está más alta. Fuimos escalando cada cuerpo desde el físico hasta el mental; ahora le toca al observador, aquel que nos conecta con nuestro ser, con una mente más clara y no dual, con sentimientos superiores, con mayor voluntad. Con ello podemos vivir más felices y más conectados con nosotros mismos y con el Todo. Podemos vivir con mayor armonía.

Alix Salas

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