Vicente Ferrer

Una labor humanista, fundamentada en la filosofía de la acción

Con motivo de su venida a Mallorca y coincidiendo con la inauguración de la nueva sede de la tienda de la Fundación Vicente Ferrer, sita en la Avenida Argentina 61, tuvimos ocasión de mantener una breve charla con Vicente Ferrer, un hombre que ha dedicado la mayor parte de su vida a ayudar a las gentes más humildes de la India. Pero debemos prevenir al lector: esta no fue una entrevista cualquiera. Con su peculiar modo de ser, Vicente Ferrer puso sobre el tablero cuestiones que para él son fundamentales, esenciales para la vida humana, cuestiones que ha vertido en su libro y sobre las que estuvimos conversando en un trasfondo de risas, sin dejar por ello que perdieran su importancia. Como él mismo dijo, esta entrevista es una invitación a la reflexión…

La Fundación Vicente Ferrer (FVF) es una ONGD (Organización no Gubernamental de Desarrollo) comprometida con el proceso de transformación de una de las zonas más pobres y necesitadas de la India, Anantapur, y de una de las comunidades más pobres y excluidas de la India: los dálits (intocables) y los grupos tribales.

 

   El motor de este proyecto es Vicente Ferrer. Hace 30 años que este catalán se instaló en Anantapur, una región del estado indio de Andhra Pradesh con altos índices de pobreza y en avanzado proceso de desertización. Su afán de acabar con la pobreza, las injusticias y la discriminación social, le llevaron a crear este proyecto de desarrollo que desde un principio ha compartido con los dálits. Pionero del desarrollo integral, Vicente Ferrer recibe en 1998 el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y es nombrado Español Universal. A partir de ese momento, cada vez son más las personas que conocen su proyecto y apoyan su causa. Su consagración a los más pobres le ha merecido el reconocimiento de la UNESCO, que lo ha inscrito en la lista de personajes más destacados del siglo XX.

 

   Lo primero que hizo al tomar la palabra, fue revelarnos cómo iba a ser la entrevista: «demasiada distancia, no me gusta la distancia», dijo, y sin más nos invitó a acercanos a la mesa rompiendo formalismos, para poder conversar de forma más humana, viendo nuestros rostros. Movilizamos así el frío montaje de sillas alineadas y le rodeamos con un semicírculo. Durante esta «charla», los periodistas presentes le interrogamos acerca de su nuevo libro. Al principio, su respuesta nos dejó un poco sorprendidos:

 

– Siempre he considerado muy interesante el oficio de fotógrafo; les observo ir de un lado al otro del mundo, siempre con su cámara, su ‘clic-clic’ inconfundible, su insistencia en colocar la escena para realizar la fotografía perfecta, que si la sombra molesta, que si ahora colócate aquí… No hacen una sola fotografía de algo, sino cientas… ¿Por qué lo hacen? Pasé mucho tiempo pensando por qué lo hacían así, debía haber algo más profundo que les moviese. Y tras mucho pensar, hallé la respuesta… el fotógrafo busca descubrir la belleza. Belleza de todas clases: espiritual, del mundo, de los hombres, de todo, pero siempre la belleza. No hacen las fotografías de cualquier manera, ellos buscan el «aura»… ¿no me véis el aura ahora? –todos reímos-. Bromas aparte, el aura representa cosas muy profundas del Espíritu humano, y ellos la buscan, y yo no sé si todos han llegado a saber que la Belleza suprema es la Verdad. Aparte de esto, he encontrado otras cosas… y éstas son las que he vertido en mi libro. Yo puedo hablar en serio y puedo hablar en broma, no quiero atosigaros con mis bromas, no sea que no me creáis.

 

   Me he encontrado en muchas ocasiones con gentes de Occidente que se presentaron allí, en Oriente, y me ha chocado y preocupado ese encuentro entre dos mundos. Con reuniones, diálogos, me di cuenta de que si yo les preguntaba «¿qué es el mundo?» cada uno decía una cosa distinta de la que podía decir el otro. Más allá de las distintas creencias religiosas o filosóficas, cada uno intenta descubrir qué es el mundo. Yo mismo, viendo que los más grandes no terminan de entenderlo, decidí descubrirlo por mí mismo, y hacerlo además de una manera original. Mirad… id a las últimas páginas y buscad la bibliografía (silencio mientras buscamos la última página). Es muy importante una bibliografía para saber en qué se basa el autor. Decidme qué pone.

 

   Nos saca del enigma Asunción, Delegada de la FVF en Baleares, que lee la susodicha página sin poder evitar una leve sonrisa: «Hechos y sentido común».

 

– Este libro es, para mí, como si acabase de salir de la tierra, de la pureza de la Naturaleza. Yo emprendí un camino solo, imaginario, en mi pensamiento, para descubrir qué es este mundo. Así que esto es lo que quiere decir mi página de bibliografía: que he tratado de comenzar el camino por mí mismo, con mi pensamiento, con mis ojos, para descubrir el mundo que hay ante mí y encontrar respuestas. Cuando veo tanta confusión en la mente de tanta gente, me pregunto de dónde surge todo este caos interior. Al menos esa es mi experiencia tras escuchar a cada una de las personas que vienen a vernos a la India (resulta muy curioso que todo occidental que llega a la India, parece querer escuchar cosas del ‘más allá’, de lo desconocido). Con el tiempo he llegado a un descubrimiento, fijaos si he llegado lejos –ríe, reímos-, que para resumiros diré que lo que he hecho ha sido dividir el mundo en cuatro partes, a las que he llamado ‘los puntales existenciales del Universo’; si entendemos estos cuatro puntales, lo sabemos todo. No es necesario leer ni pensar más, está todo aquí. El primero es el hombre, el segundo es la humanidad, el tercero es Dios, y el cuarto es el mundo tal cual es ahora…»

 

   En este punto y como el tiempo se acaba, se da inicio a una ronda de preguntas, que sin duda las hay, pues esta breve introducción, tan genuina y espontánea, ha despertado nuestra curiosidad. Un primer valiente le interroga:

 

– Tengo entendido que en este libro da usted pruebas de que Dios existe.

 

Sin ninguna duda -afirma rotundamente. Entre risas, la pregunta consigue formularse:

 

– ¿Cuáles son esas pruebas?

 

La gran debilidad del hombre -contesta-, y de la mujer -más risas- es Dios ¿Cómo es posible que con el entendimiento que se le ha dado para conocer que Dios existe, no haya sido capaz realmente de descubrirlo? He adoptado varios procedimientos, porque la incredulidad de los hombres supera mis fuerzas. Primero empiezo con un concepto muy simple, os lo preguntaré a vosotros: ¿tenéis sed? Si tienes sed ¿no vuela tu pensamiento directamente al agua? -todos nos reímos del incauto que ha contestado que sí- ¡Aahh! No quieres quedarte sin agua si tienes sed. Todos sabemos que la sed y el agua son elementos separados, y sin embargo hay una conexión entre los dos. Los hombres, a través de los tiempos, han edificado templos a los Dioses, en todas partes se ha hablado de Dios. Hoy hay una gran diferencia. En la India, desde la mañana hasta la noche se habla de Dios, yo creo que incluso en sueños también, allí está siempre presente la palabra Dios, no hay ninguna duda. Lo que realmente les soprende es que alguien se pregunte si hay Dios, o que quiera demostrarlo. Te creerían un ciego, un loco. ¿Por qué tantos millones de personas han hablado y hablan de un ser inexistente para el occidental? El pensamiento humano, sincero, honesto, nos obliga a reconocer que existe Dios.

 

   Vosotros sois jóvenes, no queréis morir ¿verdad? Si tenéis sed de «ser», no será que «seréis» por siempre. Atisbamos la inmortalidad, y esta es una de las primeras pruebas. Pero yo creo que encontraréis más en este libro; lo que me ha pasado a mí es lo más ordinario del mundo: el hombre caminando por el universo, pensando, descubriendo. No he buscado más que en la vida y en la Naturaleza, como si acabara de nacer. Y desde esa posición me he enfrentado a las cuestiones más importantes de la humanidad. La ciencia no tiene todas las respuestas, pero la otra prueba que he dado es científica, podría formularse en una ecuación algebraica: 2 + 2 = 4. ¿Qué más queréis? Si 2 + 2 no fuesen 4, ahora mismo se caería el mundo… esto es tremendo.

 

En este momento, viendo que el tiempo se agota de verdad, las preguntas se disparan:

 

– ¿Qué pretende con este libro?

 

– Que no vayas equivocada en este mundo, descubriéndote tú misma y al universo del que formas parte, con el que estás relacionada, donde nada existe que no sea parte del todo…

 

– ¿Pretende agitar las conciencias dormidas?

 

No, pretendo llegar a la Realidad. En el libro partimos del hombre, de qué materiales está compuesto -suena un móvil, él sonríe y añade: «eso es que te están diciendo ‘no te creas lo que te dicen’ -más risas-. Os descubriré un secreto del que no nos damos cuenta y es muy evidente: tú tienes un cuerpo, ves y oyes, sin él no existirías. Tu cuerpo y tu alma son una sola pieza.

 

– ¿Cuando morimos acaba todo?

 

Esto es un error profundísimo, que revela el desconocimiento de la vida; la vida es vida, y es para siempre. Ni siquiera el cuerpo muere. Ya te darás cuenta… -reímos todos-. El cuerpo está formado de la tierra, y la tierra fue creada en el origen del universo, cuando explotó el Big-Bang… ¿te imaginas el esfuerzo que supuso para Dios crear toda esta materia de la que están hechos los cuerpos?

 

– Entonces ¿es un libro religioso?

 

¡No! ¡no! Yo no pretendo impulsar religiones, ni escuelas metafísicas, sino hablar, reflexionar sobre la realidad que nos rodea, con sentido común, con la originalidad de ser un hombre ante la Naturaleza. Todo claro: el pan es pan, el vino es vino. Nosotros sentimos, pensamos, amamos la vida… No pretendo en esta breve entrevista revelar las grandes preguntas -pues el tiempo es tiempo y ya me apremian-, sino despertar vuestra curiosidad, y que la transmitáis a la gente.

 

Llega el fin, nos despedimos con la misma espontaneidad con que se ha desarrollado el encuentro. Mientras todo el mundo recoge sus cosas, entre risas y comentarios, y mientras este hombre peculiar abandona la sala, con su más de medio siglo de vivencia en las lejanas tierras de la India, de forma misteriosa, un poco «mágica» o un poco «natural», como mejor diría él mismo, las preguntas flotan en el ambiente y parten hacia la ciudad encerradas en las grabadoras que portamos en nuestros bolsillos.

 

Leticia Ortega

 

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