La creatividad cotidiana y el ser creativo

Como creativo y artista gráfico, y como profesor de arte, la creatividad ha sido siempre para mi, una hermosa manera de afrontar cada trabajo e incluso de ser ante la vida, provocado en mí una natural fascinación hacia los procesos creativos que te permiten traer algo «nuevo» a la existencia, a través de la mente y de la imaginación.

Todo ello me ha llevado a preguntarme sobre el papel que juega la creatividad en el ser humano, más allá de aquellos individuos especializados y capacitados específicamente para ello; ya sea por su natural talento o talante, o por su formación; tal es el caso de artistas, científicos, empresarios de alto nivel, filósofos, genios, etc.

Así pues, al margen de mi trabajo artístico, y recordando mis años como publicista, con mis estudios sobre comunicación de masas, he observado, primero en base a mi experiencia en la docencia del arte, y segundo bajo el prisma de los multimillonarios estudios sociológicos y antropológicos, (pagados por el todopoderosos lobby publicitario) que el ser humano es creativo por naturaleza, necesita «crear». Pero esa necesidad, lejos, en la mayoría de casos, de grandes logros, -como son la confección de una aclamada obra de arte, o un invento o teoría que cambiarán el mundo-, se sitúa más bien en un «crear» cotidiano, personal; relacionado con las cosas íntimas de nuestra vida, que por ser íntimas, no dejan de ser importantes para nosotros y nuestro entorno.

Esta creatividad cotidiana puede ir desde lo más sencillo, como crear un espacio, nuestro hogar, un jardín, una empresa, la manera de ejecutar un trabajo, o una comida que nos permite dar ese “«toque personal» que nos hace sentir únicos y diferentes. Crear un estado de ánimo, un criterio, gestar una idea, una emoción, solucionar un problema… Hasta lo más relevante, como crear una manera de ser y actuar ante la vida, o crearnos y reinventarnos a nosotros mismos, cuando necesitemos hacerlo.

Empecemos a enfocar qué es eso de ser creativos, y cual es su utilidad. Para ello empecemos desde el principio. La mente, sede de los pensamientos que nos conducen a los procesos creativos. El pensamiento se define generalmente como la actividad y creación de la mente, y su facultad, el intelecto, es la capacidad de pensar, separar, distinguir, entender, interpretar, discernir, proyectar, reflexionar, imaginar…

En general, decimos que todo lo relacionado con la mente es pensamiento, ya bien sea a través de lo racional, de las abstracciones, de la imaginación o de los procesos creativos. También existe una conexión relacionada con lo que conocemos hoy como estados de conciencia no ordinarios, que afectan y se asocian a determinadas facultades y funciones de nuestra mente; más cerca a veces de la «metafísica», que de los procesos lógicos, biológicos o racionales conocidos hasta el momento por las neurociencias.

La palabra pensamiento viene del verbo latino pensare, sinónimo de pensar o reflexionar, y actualmente se clasifica por muchos tipos de pensamiento como por ejemplo el inductivo, analítico, sistémico, social, instintivo, interrogativo, crítico, racional, y cómo no, el pensamiento creativo.

La creatividad sería la capacidad mental de pensar y crear nuevas ideas o conceptos, y de asociarlos a los ya existentes, en nuevas soluciones originales. También es conocida y aunada con el pensamiento original, la imaginación constructiva, el pensamiento divergente o creativo.

En definitiva, la creatividad se convierte en una herramienta cognitiva que utiliza la originalidad, la flexibilidad, la plasticidad y la fluidez, para crear estrategias que nos permitan formular, construir y buscar soluciones a situaciones difíciles, a problemas o encrucijadas.

Esta búsqueda resolutiva ante distintas situaciones complicadas o adversas, provocan una particular y valiosa manera de adquirir conocimientos, y también una actitud, generando una forma de aprendizaje que no solo nos permite conocernos mejor a nosotros mismos, sino también a las circunstancias y pormenores de la vida.

Gracias al pensamiento creativo y a la creatividad, podemos aspirar a una mejor versión de nosotros, y a una mejora u optimización de las situaciones que nos rodean, buscando soluciones a los problemas que nos ocupan y presionan.

Podríamos decir que el pensamiento creativo nos puede ayudar a prever las consecuencias futuras de las acciones presentes. Imaginar las distintas alternativas posibles de esas consecuencias y de las estrategias y acciones que deberemos tomar en su momento, ya bien sean como contención, asimilación o disolución. Sería como jugar una partida de ajedrez, trabajando con abstracciones y posibilidades, pero más al estilo del juego creativo de Capablanca y Bobby Fisher (muy de moda actualmente gracias a la serie Gambito de dama y el estilo de juego de su protagonista) que al estilo lógico y matemático de la escuela rusa.

Las estrategias las elaboraríamos partiendo de un pensamiento deductivo, analítico y lógico, pero la búsqueda de más posibilidades y la manera de enfrentarse a ellas fuera de la fiscalización de la lógica, sería gracias al pensamiento creativo.

Y no se puede dejar de mencionar el estímulo para la motivación que produce el trabajo con la creatividad y los entornos creativos, tanto en el ámbito personal como en el de un colectivo; pues apostar por su desarrollo y uso, otorga una serie de interesantes ventajas en el desarrollo de actividades, pues transmite la esperanza de encontrar una buena idea o solución, que tenga más valor y sea más eficiente que la que ya había. También posibilita la obtención de logros y de hacer más estimulantes y divertidos los procesos de búsqueda, mientras se mantiene motivados -tanto al conjunto, como al individuo-, más allá de los resultados, pues la motivación se centra en el camino y en la experiencia acumulada en él; algo que de por sí ya es un logro y un valioso aprendizaje muy similar a la filosofía Zen. Pese a que esto pueda parecer paradójico, en el contexto de una empresa cuya finalidad se traduce en beneficios y no en «caminos» o «superaciones», tenemos muchos ejemplos, como puede ser Google o Apple, cuyos departamentos de trabajo creativo parecen más un parque de juegos que una clásica y seria oficina estándar; esas que están llenas de cubículos aislados y agobiantes, más parecidos a nichos que a un espacio de trabajo motivante. En estas nuevas «oficinas», más libres y menos estresantes, se puede comer, beber, descansar, jugar, ver pelis, socializar… y sin embargo, el modelo funciona. Toda esa motivación se traduce en creatividad, bienestar, logros y más compromiso, y gracias a todo ello, en mayores beneficios.

Hay un ejército de imposibilidades, una legión de obstáculos preparados para frustrar nuestra capacidad creativa y menoscabar toda proyección mejorada de nosotros mismos y de nuestro futuro. Por ello es más que recomendable cultivar en nosotros todo tipo de proceso creativo, y esforzarnos en ello aunque haya que salir de nuestra zona de confort (del todo necesario para ser creativos), pues nos ayudará a alcanzar los logros y las resoluciones necesarias para mejorar nuestra vida; mientras que nos cualificará para enfrentar con más conocimiento y experiencia las metas y objetivos que pongamos ante nosotros.

Recordad que la creatividad no es exclusiva de artistas o científicos, ni de nadie, sino que todos en mayor o menor medida podemos ser creativos. Solo hay que imaginarlo, proyectarlo y trabajar para que ocurra.

Sin duda, las posibilidades de una vida mejor, de un mundo mejor, de un futuro mejor, tanto a nivel individual como colectivo, se multiplicarán, y tan solo el viaje para lograrlo, hará que valga la pena.

Gil Miró.

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