Revisando el mito de Heracles, el héroe por excelencia

Hoy día tenemos claro que la mitología es una red narrativa con muchos y diversos episodios y con muchos personajes, como el tema del mito de Heracles y sus doce trabajos. La mitología esconde realidades que pertenecen a la memoria colectiva del hombre y toma características peculiares en cada una de las civilizaciones. Encontramos realidades universales, que como diría Jung forman parte del inconsciente colectivo, que adoptan formas características de la época y del momento histórico en el que aparecen.

Mircea Eliade en su libro Mito y Realidad nos dice, el mito «como lo comprendían las sociedades arcaicas, …designa, …una historia verdadera, y lo que es más, una historia de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa». Lo que podemos mencionar como tradición viva de las sociedades arcaicas se encuentra codificado en forma de símbolos a lo largo de su mitología. Para el creyente, el mito remite a un pasado que no por haber acontecido ya, es un «pasado muerto», sino una «realidad viva» o, mejor dicho, re-vivida o re-creada , a través de los ritos que fundamenta el mito.

En muchos mitos aparecen hombres de cualidades extraordinarias, los conocidos como héroes, a medio camino entre los dioses y los hombres. De hecho, suelen ser hijos de un dios o diosa y de un o una mortal, dándonos a entender que tienen esas dos naturalezas, y que se hallará siempre entre una parte más terrena y esa otra parte divina que le aporta unas cualidades excepcionales. De alguna manera simboliza al ser humano, que se halla desgarrado en dos direcciones: un impulso que lo lleva a identificarse con la forma que le arrastra a veces, lo que sería su parte instintiva; por otro lado, una nueva comprensión que lo impulsa a identificarse con esa parte divina. De ahí que en los doce trabajos se ve muy bien reflejada esta dicotomía, cómo se reorienta con un nuevo y autodirigido esfuerzo que le lleva a superar la parte instintiva y a cultivar las cualidades del ser.

Horus

Los griegos adaptaron tradiciones milenarias egipcias en estelas del último reino, como el niño Horus desnudo pisoteando cocodrilos y exprimiendo la vida de otras criaturas peligrosas como serpientes, leones y antílopes. Cuando los griegos vieron tales imágenes, identificaron a Horus el Niño (Harpócrates) con el niño Heracles que estranguló a dos serpientes cuando lo atacaron en su cuna (Geraldine Pinch, autora y egiptóloga). El primer prototipo del héroe lo encontramos precisamente en Egipto, en la figura de Horus, en su lucha con el malvado Set; representado en forma de cocodrilo, hipopótamo, asno, con capacidad de transformarse y escabullirse, poniendo a prueba y llevando al límite a Horus (representado con forma de halcón).  Podríamos hacer una analogía entre Ra-horakhty, el sol en el cénit, el sol poderoso, en su máximo poder, con Heracles, que simboliza la fortaleza interior, el poder del ser de transmutar la parte subconsciente haciéndola consciente.

Cornuto (filósofo y gramático estoico del siglo I d.C.), refiriéndose a Heracles, dice que representa «la fuerza» o «tensión interior», la voluntad que permite a cada ser humano, pronunciar el ¡si! de su verdadera naturaleza, es decir, ser fiel a sí mismo, cumplir la misión asignada por Dios o el Logos.

Los 12 trabajos representan las pruebas que tiene que superar el ser humano para llegar a su destino. Es el camino para salir de «la rueda del Samsara», como lo llaman en la India. El concepto de Samsara deriva de la palabra sánscrita «saṃsārí» que tiene distintas significaciones, desde «fluir junto», hasta «pasar a través de diferentes estados» o «vagabundear». Nuestro héroe tiene que pasar por distintos estados y enfrentar monstruos. Como dice la psicología, esos monstruos que aparecen en los mitos clásicos no son más que elementos del ser humano, representaciones del subconsciente y los peligros de una imaginación exaltada. Además, que en los mitos se ven reflejados tres elementos del ser humano, el espíritu o el ser, cuyas representaciones más típicas son el sol, la luz del cielo y la cumbre de las montañas (es en la cumbre del Monte Olimpo donde moran los dioses solares o cualidades del alma).

En el otro extremo, tenemos los monstruos que habitan en las regiones oscuras, en las entrañas de la tierra, en cuevas y en las regiones submarinas; representaciones del subconsciente, llamado también inconsciente, todo aquello que tenemos guardado o almacenado por debajo de nuestra consciencia. Ejemplo más ilustrativo es el iceberg, lo que aflora por encima del agua sería lo consciente, lo que está sumergido que es mucho mayor en proporción, sería lo subconsciente o inconsciente (término originario del psicoanálisis). Lo que escondemos o almacenamos ahí, son miedos profundos, deseos reprimidos, experiencias traumáticas y aquellas cosas que no estamos preparados para enfrentar.

Finalmente, en una posición intermedia, lo consciente, el hombre que vive sobre la tierra y que debe venerar e imitar a los dioses superiores, e ir afrontando los peligros de todos aquellos monstruos o seres que se le irán presentando a lo largo del relato. No siempre sale victorioso, en ocasiones aflorará su parte instintiva y lo arrastrará. Por lo tanto, tendrá que redimirse de sus acciones inconscientes que le van a provocar dolor y sufrimiento, a él y a los que le rodean. Como muy bien dijo el Buda, el dolor está ahí para ayudar al hombre a tomar conciencia de que no está en el camino recto, de ahí surgió el noble óctuple sendero.

No es casualidad que en cada uno de los trabajos (hay autores que los relacionan con los signos del zodíaco), tiene que enfrentar distintas pruebas, en ocasiones adentrarse en las entrañas de la tierra, en ciénagas oscuras y llenas de inmundicia para enfrentar monstruos que tendrá que matar; tener que domesticar animales simbolizando las fortalezas que debe acrisolar el héroe en su camino hacia la transmutación de su naturaleza inferior. Otras veces, sube a lo alto de las montañas y allí a la luz del sol resuelve la prueba; en ocasiones tendrá que introducir el fuego, la luz en la oscuridad de las cavernas para hacer salir lo que mora en la penumbra y hacerlo y al iluminarlo, hacerlo consciente a la luz de la razón, de la sabiduría. Estas son las pruebas que debe superar nuestro Héroe, para que al final de su vida, ser aceptado como uno más entre los dioses, en el monte Olimpo.

 

Juan Marí.

Profesor del CES.

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