El Acercamiento de las Culturas

Conferencia impartida por Carlos Jiménez Renjifo, responsable para España y Andorra en el Centro Regional de Información para Europa Occidental de las Naciones Unidas en Bruselas (UNRIC), en la Fundación Sophia de Palma de Mallorca, con motivo del Año Internacional de Acercamiento de las Culturas 2010.

 ¿Qué es la Cultura?

 El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española contiene cuatro acepciones de la palabra Cultura: 1. Cultivo. 2. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. 4. Culto religioso. Todos estos significados nos remiten a un concepto, a una idea difusa aplicable a todas las definiciones: la cultura como elemento indispensable para la riqueza y la fertilidad, ya sea de la tierra, en la primera acepción; intelectual, en la segunda; social, en la tercera; o espiritual, en la última. La cultura es así el catalizador, el fertilizante, el sustento necesario para ser lo que somos.

   Según don Miguel de Unamuno, «sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe… Sólo la cultura da libertad… No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura».

   Si seguimos esta línea de pensamiento, nos podríamos atrever a decir entonces que sin cultura, simplemente, no somos, porque no es concebible que el ser humano no cultive la tierra; ni es concebible que sin juicio crítico, sin costumbres, sin ciencia, sin expresiones artísticas que lo relacionen con su entorno natural y social, se le entienda como la especie evolucionada y racional que se supone que somos.

   El sujeto es lo que es en el marco de una cultura, que es lo que se extiende a su ámbito más cercano y próximo; es donde se establecen, desde las normas de convivencia, a los criterios éticos y morales, pasando por los gustos y las preferencias.

   Sigmund Freud dijo que «la función capital de la cultura, su verdadera razón de ser, es defendernos contra la naturaleza». Y Confucio, mucho antes, ya advirtió que los seres humanos «se distinguen menos por sus cualidades naturales que por la cultura que ellos mismos se proporcionan».

   Por encima de todo, la cultura nos hace seres sociales. Es lo que perfila, define, y da forma a nuestra relación con los demás y con el mundo. La cultura no nos aísla, sino que, al contrario, es nuestro vehículo de expresión ante los demás.

   Este año ha sido designado por las Naciones Unidas como Año Internacional de Acercamiento de las Culturas; y es la agencia madre de la Cultura, la UNESCO, la que asume el papel principal dentro de la familia de agencias de las Naciones Unidas y se convierte en el punto focal para esta observación, por su experiencia inestimable de más de sesenta años para promover «el conocimiento y la comprensión mutuos de los pueblos». De esta manera, la ONU, liderada por la UNESCO, refuerza su compromiso con la cultura y  con el acercamiento de las culturas de los pueblos del mundo. Por eso, me permito citar a la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, que, en su mensaje con motivo del inicio del Año Internacional, nos hace una propuesta para darle forma y contenido:

«El mundo en el que vivimos lleva cada vez más el sello de una interdependencia creciente en todos los aspectos del quehacer humano.

»La mezcla de nuestras sociedades que de ella se deriva ofrece nuevas oportunidades de estrechar los vínculos entre los pueblos, las naciones y las culturas, a escala planetaria. Al mismo tiempo, con la mundialización han aumentado en los últimos años la incomprensión y la desconfianza.

»La crisis económica, medioambiental y también ética intensifica aún más ese sentimiento de inseguridad y de recelo. Ante esa evidencia, he propuesto una nueva visión, universal, abierta a toda la comunidad humana, a la que di el nombre de “nuevo humanismo”.

»El objetivo de este Año Internacional es contribuir a que se disipen las amalgamas generadas por la ignorancia, los prejuicios y las exclusiones, que son fuente de tensiones, inseguridad, violencia y conflictos.

»Promoviendo el diálogo y el conocimiento recíprocos, propiciemos el respeto por la cultura ajena y rompamos las barreras que separan a las diversas culturas. El intercambio y el diálogo entre las culturas son los mejores instrumentos para construir la paz».

En un contexto internacional cambiante como en el que nos ha tocado vivir, vemos, por lo tanto, que la UNESCO concede una mayor importancia a la convivencia y al diálogo, porque considera que sólo desde una actitud dialogante, flexible e incluyente, se pueden abordar las cuestiones contemporáneas más apremiantes y necesarias. Por eso, el objetivo principal del Año Internacional será demostrar los beneficios de la diversidad cultural, reconociendo la importancia de las constantes transferencias e intercambios entre las culturas y los vínculos forjados entre ellas desde los orígenes de la humanidad. Como las culturas abarcan no sólo las artes y las humanidades, sino también los estilos de vida, las diferentes maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, este Año Internacional nos debería invitar y alentar a encarar los nuevos desafíos que nuestra vida globalizada, interconectada y moderna nos ofrece. Esto implicará la integración de los principios del diálogo y el mutuo conocimiento en todas las políticas, especialmente las políticas de educación, culturales y de comunicación, con la esperanza de corregir aquellos valores, representaciones o estereotipos culturales que son erróneos, excluyentes o discriminatorios.

   ¿Cómo harán la UNESCO —en particular— y la ONU —en general— para alcanzar estos objetivos? El éxito del Año Internacional depende en gran medida de la aceptación del principio de la dignidad igual de las culturas, el respeto mutuo y el fortalecimiento de la cooperación para una paz duradera. A modo de Hoja de Ruta y Plan de Acción, se han identificado cuatro grandes objetivos:

1. Fomentar el conocimiento recíproco de la diversidad cultural, étnica, lingüística y religiosa. 2. Crear un marco de valores compartidos por todos. 3. Fortalecer la educación de calidad y la transmisión de valores. 4. Fomentar el diálogo para el desarrollo sostenible.

   El diálogo intercultural se inscribe, por otro lado, en el marco global establecido por la ONU en la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones. Concretamente, se trata de privilegiar —en el marco de ese diálogo intercultural, que incluye el diálogo interreligioso— todo un conjunto de prácticas adecuadas que favorezcan el pluralismo cultural con el objeto de desalentar y desmontar todas las manifestaciones de extremismo y de fanatismo y a resaltar los valores y principios que conducen al acercamiento. Y es que el intercambio equitativo, así como el diálogo entre las civilizaciones, culturas y pueblos, basados en la mutua comprensión y respeto y en la igual dignidad de las culturas, son la condición sine qua non para la construcción de la cohesión social, de la reconciliación entre los pueblos y de la paz entre las naciones.

Una Cuestión de Acercamiento

Acercarse es atender a la llamada del otro; escuchar, comprender sus razones… Acercarse no es esperar la llegada del otro, sino acudir a su encuentro. Es dialogar. Precisamente, tras los horrores de los desencuentros, el dolor y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, la ONU nació para promover este acercamiento entre pueblos, entre culturas y, al fin y al cabo, entre personas. En su Carta Fundacional, además de las referencias al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, se habla de «fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos». En eso consiste ciertamente el hecho de fortalecer la paz universal: en cooperar para solucionar los problemas cualesquiera que éstos sean y armonizar los esfuerzos. En definitiva, servir de punto de encuentro, facilitar el diálogo y el acuerdo. Acercar personas con puntos de vista diversos. Ese es el objetivo esencial de la ONU: acercar culturas, acercarnos a los demás, al otro, al diferente, a aquél cuya cultura y cuyas costumbres son distintas. Acercarnos dispuestos a escuchar, a comprender a los demás en su diversidad cultural, a comprenderlos en su modo de ver el mundo, en sus modos de vida y costumbres.

   Llegamos así a la conclusión de que sólo comunicándonos, utilizando la palabra, lograremos acercar nuestras culturas, aprendiendo a respetar, a comprender y a valorar mejor lo que nos hace diferentes, partiendo de lo que nos une, que es mucho. Sólo poniéndonos en el lugar del otro, adoptando temporalmente su cultura, podremos conocer a nuestro interlocutor y, así, dialogar con él de igual a igual. Ese es el diálogo de culturas, el verdadero acercamiento. Y sólo este diálogo inter pares, pero en el reconocimiento de la diferencia del otro, nos permitirá avanzar en el reconocimiento de los derechos económicos, políticos, sociales y culturales de los individuos que pueblan este mundo, sin excepción. Es posible que todo esto suene utópico. Seguro, todo esto es utópico —como también lo eran los esfuerzos de Ramón Llull hace ocho siglos por aproximarse a una cultura diferente a la suya como la islámica y que fructificaron propiciando el acercamiento de los principales cultos religiosos de la época—. Pero no subestimemos el valor de las utopías. Por eso, concluiré con una cita de Eduardo Galeano, a quien una vez preguntaron para qué le servían las utopías: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».

   Podríamos decir entonces que he venido a defender una utopía, la utopía de caminar por la ruta de la cultura. Porque esa ruta, adonde nos lleva, es a estar más cerca. Hoy he venido aquí gracias a la gentileza de una Fundación que no por casualidad se llama Sophia. Como se sabe, Sophia, en griego, es Sabiduría. Creo que aquí, en Mallorca, hay gente que busca saber, y saber más. Que busca caminar por la ruta del saber.

   Otro compatriota mío, Mario Vargas Llosa, dice de la literatura que ésta —en realidad— no sirve para mucho, pero que nos ayuda —y mucho— a que la vida sea mejor, más bonita. Y que nos ayuda también a entender mejor la vida. Como la literatura es una forma de la sabiduría, por lo tanto me atrevería a decir que la vocación de esta Fundación Sophia, que lleva la palabra sabiduría en su nombre, es por lo tanto ayudarnos a hacer la vida más vivible y más bonita. Y a entenderla mejor.

   Yo, evidentemente, no les puedo aportar gran cosa. Pero sí me gustaría contagiarles mi entusiasmo, mi esperanza y mi optimismo en ese mundo mejor que debemos construir porque se lo debemos a nuestros hijos, a nuestros nietos y a sus descendientes. Porque la herencia que les deberíamos dejar, de tolerancia y sabiduría, sólo podrá provenir de la mezcla de la curiosidad, la humildad y el respeto. Esa es la formula con la que podremos garantizar que nuestros herederos no reciban de nosotros ni el miedo, ni la desesperanza ni el desencanto, sino la alegría, la confianza y la tranquilidad.

 Carlos Jiménez Renjifo.

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