El museo nacional de Arte de Cataluña

Con un majestuoso edificio como sede (el Palacio Nacional de Montjuïc),

el Museo ostenta, además de una de las mejores vistas panorámicas de Barcelona,

la más rica y completa colección de arte románico y gótico de Cataluña

 

   El Museo Nacional de Arte de Cataluña es un claro documento histórico que permite comprender los diferentes estadios de desarrollo de dos períodos en la evolución artística de la humanidad, como son el románico y el gótico. A través de la colección expuesta, se puede apreciar las diferencias que fueron marcando los distintas etapas en el desarrollo de ambos estilos, y las influencias que fueron aportando viveza y riqueza a sus obras.

 

El Edificio

   El Palacio Nacional de Montjuïc fue construido entre 1926 y 1928 para albergar la Exposición internacional de 1929. Concebido por los arquitectos Eugenio Cendoya y Enric Catà, el edificio es una imponente obra de arte en sí mismo, de corte clásico, con una impresionante bóveda capitolina. Está emplazado en el cerro de Montjuïc, protagonista de muchos eventos históricos.

   Sus espacios interiores son amplios, y cuenta, además de las galerías para las colecciones, con un anfiteatro en la base de la bóveda, que es utilizado para conferencias y eventos especiales. El Palacio fue rehabilitado a principio de los 90 por los arquitectos Gae Aulenti y Enric Steegmann, quienes incorporaron diáfanos cristales en la fachada del atrium del edificio y en algunas fachadas laterales, para permitir la entrada de luz natural y aprovechar la magnífica vista panorámica de la ciudad.

 

Los orígenes del Museo

   Fue inaugurado el 11 de noviembre de 1934  con las colecciones de arte románico, gótico, renacimiento, barroco, arte moderno y contemporáneo procedentes del Museo de Arte y Arqueología del Parque de la Ciudadela, y del Palacio de Bellas Artes, aunque dichas colecciones fueron divididas tras la Guerra Civil, quedándose en el Palacio de Montjuïc la colección de arte románico y gótico. En 1990, las colecciones de dibujos y grabados, las de la Biblioteca General de Historia del Arte, la colección numismática y algunas del Museo de Arte Moderno, fueron amalgamadas por decreto del Parlamento de Cataluña bajo el nombre de Museo Nacional de Arte de Cataluña.

 

Rehabilitación

   Sólo las colecciones de arte románico y arte gótico están en exhibición, dado que aún se está rehabilitando el palacio para albergar las colecciones completas. Las autoridades del Museo tienen programada la apertura de las galerías restantes en el 2004, en el que se prevé la finalización de las obras de rehabilitación.

 

La colección de arte románico

   Única en su género, está formada por una rica colección de pinturas murales, de pinturas sobre tabla, esculturas monumentales, orfebrería y ebanistería. La mayoría de las pinturas murales fueron adquiridas entre 1919 y 1923, cuando las autoridades se percataron de que los frescos románicos de los ábsides de muchas iglesias en los Pirineos estaban siendo vendidos a coleccionistas privados. La Junta de Museos reaccionó y los frescos fueron adquiridos bajo la supervisión de Joaquín Folch i Torres, historiador de arte y entonces Director del Museo de Barcelona.

   El arte románico se caracteriza por su marcada iconografía religiosa, plagada de símbolos, cuyas pinturas «servían a una labor de educación, de transmitir la historia sagrada».

   El románico catalán comienza en el período Carolingio (siglo X) y se desarrolla hacia finales del siglo XII. «Se sabe muy poco de los pintores» comentó Montserrat Pagés, conservadora del Arte Románico del Museo, quien agregó que una de las características del románico occidental es la presencia de «la Virgen en Majestad con el niño en su regazo, simbolizando la sede de la Sabiduría».

 

Los Ábsides

   Los murales se pintaron originalmente en la parte abovedada y semicircular del templo, que sobresale de la fachada exterior de las iglesias, entre los siglos X y XII. En sus pinturas se observan contornos sumamente pronunciados, de rico colorido, con marcada influencia bizantina.

   En el ábside de Sant Climent de Taüll, la joya más preciada de la colección, se puede apreciar, según nos explica Montserrat Pagés, que «el pintor utilizó pigmentos mucho más elaborados, con una técnica más depurada y una composición artística más desarrollada», y en él, como en todas las bóvedas de los ábsides «hay teofanías, donde se representa al Cristo en majestad, con todos los ángeles alrededor». Además de los frescos, en la sala (que reproduce el tamaño original de la iglesia) se pueden observar diversos elementos litúrgicos.

 

El salvamento de los murales

   Los frescos de los ábsides de las distintas iglesias y monasterios en los Pirineos fueron rescatados de sus emplazamientos por el italiano Franco Steffanoni, asistido por Arturo Dalmati y Arturo Cividini. Steffanoni se sirvió de un procedimiento de extracción utilizado desde tiempos remotos, que consiste en extraer las pinturas de su soporte original en el muro, para traspasarlas a un soporte de tela, que sirve para transportar la capa pictórica a un nuevo emplazamiento.

   La mayoría de los frescos de la galería de Arte Románico del Museo fueron extraídas con la técnica del strappo, que consiste en aplicar sobre las pinturas dos capas de tela de algodón con cola orgánica, que al secarse queda adherida a la pintura, para luego proceder a arrancar la capa pictórica de su base en el muro.

   Una vez arrancadas, las pinturas se traspasan a una tela con caseínato de cal, sobre un nuevo soporte, que reproduce la arquitectura original sobre la cual reposaban las pinturas. Finalmente se procede a eliminar las telas utilizadas para arrancar y transportar las pinturas.

   Tras el arranque de los frescos de los ábsides, los rollos de tela que contenían la capa pictórica fueron transportados en burro hasta las estaciones de tren más cercanas, para su posterior transporte a Barcelona.

Manuel Marques

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