Mestre Mateu Forteza, Escultor

Mateo Forteza Forteza es una destacada personalidad en el ámbito de la escultura de las Islas Baleares. Sus inicios en este campo se remontan al año 1946, cuando, con tan sólo diecisiete años, entra de aprendiz en el taller del maestro manacorí Eusebio Ferrer Carmona, experto en la talla de madera. Un año más tarde realizará su primera exposición. Su inquietud artística le llevará más tarde a Barcelona, donde enriquecerá sus conocimientos de escultura, modelaje, talla de piedra y madera, asistiendo a clases en la Escuela de Bellas Artes. A su vuelta a Mallorca empezará a realizar distintos encargos tanto para la isla como para el extranjero. Sin embargo, su labor no se ha limitado tan sólo al campo de la escultura, pues también ha realizado distintas ilustraciones de portadas y viñetas en diferentes revistas y libros, como Lluc y Balearia. Entre sus galardones cabe destacar el Premio Ciutat de Palma de Escultura -otorgado por el Ayuntamiento de Palma-, Primer Premio del Ayuntamiento de Manacor por la escultura «Pescaderas» y Primer Premio de escultura de la Sala Drac.

– ¿Qué fue lo que le movió a introducirse en el mundo del arte?

– Creo que esto se lleva dentro. Mi madre quería que estudiase para perito mercantil, pero yo dejé los estudios, porque eso no iba conmigo, para empezar a tallar. Antes ya dibujaba mucho: caricaturas, retratos… Durante esa época un grupo de jóvenes íbamos con un pintor que nos enseñaba. Fue entonces  cuando hice una exposición de caricaturas en una agrupación artística de Manacor, esa fue mi primera exposición.

– ¿Estudió en alguna academia o tuvo algún maestro?

– Soy autodidacta, lo llevaba dentro. Aprovechaba los días de mercado para ir a la plaza del pueblo con un amigo y captar las imágenes de la vida cotidiana, los carreteros, etc. Cuando todavía estudiaba para perito mercantil, fue cuando el Sr. Ginard, el pintor que ya he mencionado, nos llevaba a la plaza y a los cafés de distintos pueblos de Mallorca, con lápiz y papel y hacíamos retratos de la gente, de los pueblos…

– ¿Cómo se decidió por la escultura?

– En mis inicios yo iba a tallar esculturas para muebles. Pasé por distintos talleres de Manacor, que en esa época era el centro de los muebles y se hacían todo tipo de  repujados y figuras de madera, con lo cual aprendí de los distintos maestros que había entonces. Lo hacía por amor al arte, iba a los talleres y pedía trabajos que nunca cobraba porque lo que quería era aprender.

– A lo largo de su vida ha estado en contacto con las distintas corrientes artísticas de Mallorca. ¿Cómo han influido en usted?

– Tuve muchas influencias de la escuela pollencina; estuve en contacto con Anglada Camarassa y con todo el ambiente de pintores y retratistas que había por allí. Nos reuníamos en el club Pollença, con Tito Zitadine, con Dionís Bennassar. Había un «ambientazo».

   Por aquella época yo estaba realizando el servicio militar en Pollença y también daba clases de pintura a niños. Coincidió que Anglada Camarassa tuvo un accidente doméstico y nos encargaron a varios para ir a ayudarle a levantarse por las mañanas. Hubo una gran relación, nos daba clases improvisadas de pintura. Con Dionís Bennassar teníamos tertulias hasta las tantas de la madrugada. También entonces hice muchas tallas para el alcalde de Pollença, con lo que me mantenía, y una exposición de caricaturas de los oficiales de la base, que fue un éxito.

– Usted cómo se definiría: ¿escultor, dibujante…?

– No sabría decirte… Tendrán que ser otros los que lo digan. He hecho muchos trabajos en distintos campos, tengo tres premios de escultura, entre ellos el «Ciutat de Palma», dos más en Manacor. Me definiría como renacentista, ya que una de las cosas que más me ha gustado ha sido el Renacimiento. Cuando hice el viaje a Florencia fue una maravilla, no dejé ningún rincón por visitar. Incluso he hecho algunos artilugios, herramientas para el taller, artilugios móviles, como por ejemplo unas cabezas de dragones articuladas para una obra de teatro que se movían en el escenario.

– ¿Cómo ha de ser el artista desde su punto de vista?

– Primero nace, el artista es distinto a los demás, y con ello no quiero decir que sea mejor o peor que otra persona, simplemente su forma de ver la vida es distinta. Ahora bien, el artista nace y se hace, después deberá realizar una labor de aprendizaje de las técnicas, investigar, ha de cultivarse, con trabajo y mucha práctica llega a sacar lo que bulle dentro de sí. Yo nunca he escatimado tiempo, empecé por amor al arte trabajando en talleres sin cobrar, y cada vez que he tenido que realizar una obra, he realizado los estudios necesarios, los bocetos, le he dedicado todo el tiempo preciso, perdiendo horas de sueño, sin contar los días, disfrutando con cada trabajo, el arte siempre estuvo por encima del estipendio.

– ¿Cuál de sus obras le ha gustado más o  recuerda con más cariño?

– La que más me marcó…, unas figuras de niños que hice en piedra y que se llevaron a Alemania a los jardines Decker. En Mallorca he trabajado para particulares sobre todo. Disfruté mucho haciendo una talla en madera para la iglesia de Sencelles, una imagen de sor Francina que fue muy complicada, me supuso un reto porque había poca información sobre ella. Y uno de mis últimos trabajos como co-director artístico en la restauración del «Gran Hotel».

– Algunos de sus artistas favoritos…

– Entre los mallorquines un señor que era muy mayor cuando lo conocí, Llinás Riera, y Martínez Pávia. Me gusta mucho Moore, y si nos fuéramos al Renacimiento los que más me gustan son Donatello y un tallador llamado Desiderio de Setimano.

– ¿Ha tenido experiencias en el campo de la enseñanza antes de realizar un curso en la Fundación Sophia?

– Mis experiencias a este nivel han sido sobre todo en mi taller con los aprendices que fueron entrando en él y además he dado cursos de pintura para niños, incluso hice unas jornadas de fabricación de cometas que acababan con una demostración del vuelo. Durante mi vida he estado sobre todo dedicado a mi taller, nunca me dediqué a la enseñanza, y esta experiencia en la Fundación Sophia ha sido muy gratificante por el ambiente vivido en los talleres, que me han recordado mis inicios, cuando me reunía con un grupo de amigos y realizábamos todo tipo de actividades artísticas por la ganas de aprender.

Juan Marí

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