Los cinco espíritus del Budo

La tradición del Budo, la Vía del Guerrero, nos trasmite una serie de cualidades físicas, mentales y espirituales que se pueden conquistar mediante la práctica de las artes marciales. En nuestro interior subyace latente unas capacidades que la Vía (Do) ayuda a desarrollar. Este poder se despliega como sabiduría, fuerza y amor. El que transita la Vía, el que busca descubrir la fuente de este poder, necesita armas más poderosas que la espada o el arco. Son armas espirituales como: shoshin, zanchin, mushin, fudoshin y seshin, que más adelante describiré.

Cuando el budismo zen llegó a Japón, encontró una sociedad con toscos guerreros inmersos en una constante lucha fratricida. Los samuráis quedaron admirados por la fortaleza, integridad, serenidad, valor y sabiduría de los maestros zen y se convirtieron en sus discípulos. Por influencia del budismo zen la guerra exterior se convirtió en guerra interior, en una vía de realización, de despertar, de iluminación.

El que transita la Vía produce una verdadera alquimia emocional y mental que nos prepara para la vida y para la muerte. Detrás de los aspectos formales de un arte marcial concreto: Karatedo, Aikido, Kyudo, Judo, Iaido, etc. está el gran arte de vivir. Aquello que se aprende en el Dojo, «lugar donde se practica la Vía» o «lugar del despertar», nos prepara para el gran combate, que es el que desarrolla en nuestro propio corazón y cuyo escenario es la vida misma en todas sus esferas: profesional, familiar, social, afectiva, espiritual. Aquello que descubrimos en el Dojo, aquello de lo que me hago consciente, es valioso y práctico en tanto lo aplicamos en todos estos campos mencionadas, como partes inseparables de una sola unidad de vida.

El que transita la Vía necesita armas más poderosas que la espada o el arco, armas espirituales

SHOSHIN

La «mente de principiante», que debe estar presente en el novel y aún más en el veterano. Es una actitud ante la vida, una predisposición a experimentar cada vivencia como si fuera la primera vez. Aprender de todo y de todos. Desde este estado mental podemos aprender constantemente, pues es una renovada mirada hacia las cosas que impide caer en la rutina. Es una natural curiosidad que mantenemos activada hasta en los más cotidianos detalles. El peligro del que nos protege es el de la ilusión que crea la mente de «esto ya lo sé», «esto ya lo escuché», «esto ya lo he vivido», que hace que dejemos de prestar atención y que nos desconectemos de la experiencia. Si la mente cae en este estado, dejamos de estar predispuestos a aprender, a descubrir matices, a profundizar, a perfeccionarnos; incluso a descubrir que estábamos equivocados. Es el practicante quien debe tomar un papel activo en cada clase, observando todo con la mente de Shoshin para poder «robar» la lección de cada día.

ZANSHIN

El «espíritu que permanece». Es el estado de alerta sostenido, concentrado y elevado, que está antes, durante y después de la ejecución de una técnica o de una vivencia. Se establece una conexión con la experiencia donde nuestra atención plena se mantiene, momento a momento y sigue hasta el final, hasta completar, sin dejar rastro. Significa vivir cada cosa completamente, como es. Con frecuencia nos encontramos físicamente en el presente, pero puede que nuestro corazón y nuestra mente estén disociados, en otro lugar, en otro tiempo. Puede que estén temiendo el pasado, deseando el futuro…, imaginando lo que nos gustaría que fuera, planificando… En el estado Zanshin dejamos de imponer desde nuestra mente y permitimos que sea cada momento como es.

MUSHIN

Es un estado de «no mente, mente sin ego». El término original era mushin no shin que significa «mente de la no mente». Se trata de un estado mental sin miedo, ira o ansiedad. Se asemeja a un lago de calmadas aguas que refleja claramente su entorno pero cuyas imágenes se distorsionan cuando lanzamos una piedra a sus aguas. En la tradición Zen el lago en calma y el cielo azul son metáforas de la mente misma. Las piedras que crean distorsiones y las nubes que impiden ver el cielo azul son las emociones y los pensamientos que van surgiendo como reacciones inconscientes y automáticas de nuestra relación con la experiencia. Constantemente la mente del ego va interpretando, comparando, juzgando según sus hábitos educacionales, culturales o personales. No vemos lo que es, sino lo que somos. Teñimos la realidad de nuestra emotividad fluctuante, de nuestras impresiones sensoriales subjetivas, de los prejuicios y hábitos de pensamiento.

Mushin es el estado en el que la mente no añade contenidos de nuestro ego, es como «un espejo que refleja y no juzga». Y en ausencia del ego, ¿qué queda de nosotros? Uno de los temores más importantes de nuestra mente es el de dejar de pensar, sinónimo de aniquilación. Las personas actuamos y hablamos después de haber pensado qué decir. La práctica de Zen te lleva a descubrir que se puede actuar y hablar inconscientemente, sin pensar. Es una sabiduría intuitiva que aparece después de toda una vida de práctica.

FUDOSHIN

Es el estado de mente inamovible. Fudo se puede traducir como «no movimiento» o «inmóvil». Es un estado en el que la mente se muestra inmóvil, con ecuanimidad. Genera estabilidad mental y física. Es la capacidad que nos ayuda a evitar que los pensamientos internos o las fuerzas externas nos afecten fácilmente. Nos permite recibir un fuerte ataque y mantener nuestro equilibrio y compostura. Este estado nos permite recibir y ceder fácilmente, nos arraiga a la tierra y refleja la agresión devolviéndola a su origen. Es una forma de no acusar el golpe, no identificarse con él y con sus pretensiones.

SENSHIN

Es un estado de mente/corazón compasivo y purificado. Transciende los cuatro estados anteriores de la mente. El espíritu de compasión tiene como función reconciliar las discordias en el mundo. Mantiene una mirada limpia y luminosa hacia todos los seres, nos protege de toda oscuridad y nos armoniza con el universo. Es la mente del Budha.

Shoshin puede ayudar a renovar la mirada del discípulo de la Vía para que el aprendizaje no se vuelva mecánico y rutinario, proporcionándole la visión para ver aquellas cosas que hasta ahora le habían pasado inadvertidas. Zanshin puede elevar la propia conciencia de la dispersión a la unidad, conectados con la experiencia aquí y ahora, mejorando el rendimiento de la práctica. En las situaciones de la vida en que aparece la ansiedad, la tensión, Mushin puede liberarnos de sus garras, permitiéndonos sacar una gran lección, una mejor experiencia en los momentos en que la vida nos pone verdaderamente a prueba. Fudoshin nos proporciona un estado de fortaleza, de confianza con nosotros mismos y la vida ante los momentos que parece que nos van a superar. Finalmente, Seshin permite elevarnos a otra dimensión de la práctica, a un estado de conciencia más permanente dentro y fuera del Dojo. Un estado compasivo que nos conecta con las personas y las cosas.

Antonio Marí

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